El arte de sanar


En los últimos años, el mundo laboral ha puesto un nuevo foco sobre la salud mental y emocional. Pero más allá de terapias formales o beneficios médicos, existe un recurso que ha sido históricamente poderoso para procesar emociones, liberar tensiones y conectar con uno mismo: el arte.
Cada vez más organizaciones integran espacios creativos en su entorno laboral: talleres, clases de danza o sesiones musicales. Estas actividades no están pensadas como distracción, sino como parte de una cultura que reconoce al ser humano como un todo no solo como una función.
En contextos de alta presión o postcrisis -como lo vivido tras la pandemia- estas herramientas se convierten en verdaderos canales de expresión emocional. Pinar una emoción, escribir un pensamiento sin censura o simplemente moverse al ritmo de la música puede aliviar cargas internas que, de otra forma, se acumulan silenciosamente y afectan la productividad y el bienestar colectivo.
Estos espacios permiten a los colaboradores reconectar con su creatividad, descubrir talentos dormidos y fortalecer vínculos.